lunes, 16 de abril de 2012

ALGO MÁS QUE UNA REFORMA LABORAL

Llevo tiempo tratando de enlazar una serie de pensamientos que por lo menos a mí me aclaren un poco cómo hemos llegado hasta esta situación. Poco a poco y a modo de “apuntes para una tesis” quiero plantear las siguientes cuestiones.
Primera: Punto de partida: Crisis del siglo XIX, centrada básicamente en la Guerra de Independencia, pérdida de las Colonias y quiebra del Reino. Como consecuencia la Revolución Industrial, que ya se venía desarrollando en Reino Unido y el resto de Europa, se ralentiza al “minimun”, localizándose en Vizcaya, y área metropolitana de Barcelona, y un incipiente mercado de bienes y servicios en Madrid. El resto del Reino permanece ajeno a este proceso, no sólo durante el siglo XIX, sino hasta bien entrado el s. XX. Los conflictos que durante esta época se producen en las mencionadas áreas, propios del desarrollo industrial, se verán agravados por un sentimiento nacionalista, que como el resto de los procesos, irá a remolque de los acontecimientos en el Continente. Esta situación de retraso en el desarrollo industrial y los movimientos separatistas de Vizcaya y Cataluña, devendrán en la siguiente cuestión.
Segunda: Crisis socio-política: Cambio de régimen. La inestable y crítica situación del Reino, se agrava a lo largo de todo el s. XIX, dando lugar a una inestabilidad política, que unida a los movimientos sociales y separatistas derivará primero en la Proclamación de la II República y posteriormente, debido a la manifiesta incapacidad de la clase política para acometer reformas sociales, políticas y económicas, desembocará en un golpe de estado (forma de solventar las crisis acaecidas durante el s. XIX y primer tercio del XX), que a diferencia de la anterior (Primo de Rivera), acabará en una Guerra Civil (no por menos sangrienta, diferente a las Guerras Carlistas del XIX). El final de la G.C. como en ocasiones anteriores se resuelve con una Dictadura, que entre otras cosas dará paso a la siguiente cuestión.
Tercera: Resolución de la crisis económica. Segundo proceso de industrialización. Durante la Dictadura, y tras el periodo que abarca la SGM, España comienza un segundo periodo de industrialización, lentamente hasta mediados de los años 50, con la apertura a los mercados internacionales y el nacimiento de un nuevo sector productivo, el Turismo, que desde los sesenta, hasta nuestros días se convierte en el primer productor de bienes y servicios, y palanca del crecimiento económico. La restauración de la Monarquía en 1977, y la entrada de España en el “club” de la Unión Europea, marcan la siguiente cuestión.
Cuarta: Apertura de España a los mercados internacionales. Las bases de crecimiento y estabilidad socioeconómica de la etapa anterior, dieron lugar a un país con un aceptable desarrollo industrial, centrado principalmente en la cornisa cantábrica, Cataluña y Levante. También el sector agropecuario, gracias a los planes de desarrollo y la introducción de nuevas técnicas logra un importante peso específico, dando lugar a un excedente agrícola suficiente para atender la demanda desde los mercados europeos. Con estas bases y una estabilidad política, España entra a formar parte de la U.E. al principio de los años 80.
Hasta aquí, lo que para mí son los principales antecedentes que nos conducen a la actual situación.

La aparente estabilidad social, política y económica lograda tras la G.C. y el desarrollo de los años 60 y 70, se basaba fundamentalmente en una estructura vertical, tanto en lo político (partido único), como en lo laboral (sindicatos verticales). No situamos por tanto en un marco laboral intervenido: las relaciones entre patronos y obreros han de pasar necesariamente por el “tamiz” del Estado, que claro está tratará de hacer prevalecer la “paz social”, frente a las legítimas y permanentes disputas entre “capital” y “trabajo”. Esta “paz social” está claro que no se logra sin compensar a ambas partes por las concesiones mutuas: subvencionando al capital y amparando al trabajador bajo en manto protector del Estado, potenciando instituciones sociales como la sanidad, la educación y las pensiones.

Este es el modelo social que a grandes rasgos se mantiene hasta la transición. Durante los años 70 y 80 el modelo sufre ligeras variaciones, desaparece el sindicato vertical a favor de la libertad sindical, y los empresarios se reestructuran a través de la CEOE. Sin embargo el Estado hará prevalecer entre ambas la permanencia de la “paz social”, ahora matizada por el color político del gobierno de turno, manteniendo por un lado las políticas de subvenciones, y por otro fortaleciendo el desarrollo del llamado “estado del bienestar”

Sin embargo la Estructura Económica de España pese a todo lo expuesto, no se corresponde a la de un país industrializado en sentido estricto. Prueba de ello es que para acceder al “Club de la UE”, hubo que acometer un importante proceso de reestructuración del sector industrial (las famosas reconversiones), a fin de adaptar una industria y un comercio “protegido”, a la libertad necesaria de los países miembros de la U.E., estos procesos se llevaron a cabo con una importante quiebra de ésa “paz social” imposible de mantener tras el cambio de régimen.
En contrapartida y con motivo de la entrada en la Unión a principios de los años 80, España comienza recibir ingentes cantidades de dinero, los denominados “Fondos de cohesión” (principalmente los fondos FEDER), destinados a paliar los efectos de la reconversión industrial, y en teoría destinados al desarrollo de infraestructuras y tejido productivo.

La realidad sin embargo ha sido bien distinta.
Por un lado la conciencia tanto de la clase empresarial, como laboral de la política de “subvenciones”, se vio reforzada por las aportaciones de capital Europeo durante los años 80 y 90, si bien es cierto que este flujo de capital, unido a acontecimientos puntuales (Mundial de fútbol del 82, Expo de Sevilla y Olimpiadas de Barcelona, ambas en el 92), así como un importante aumento en la oferta turística, dieron lugar a un aumento generalizado del “estado del bienestar”, (con importantes aumentos en la renta “per cápita”) la base sobre la que toda esta estructura se asentaba no era tan sólida como parecía.
El último impulso puntual a la economía nacional viene de la mano de los gobiernos de J.M. Aznar, el cambio en las leyes urbanísticas, cediendo competencias a los Ayuntamientos, unido a la entrada de la Peseta en al moneda única (Euro), crearon el último espejismo de crecimiento. La incapacidad manifiesta de los gobiernos socialistas de J.L Rodríguez para anticipar, que el desmesurado crecimiento inmobiliario, unido al descenso de capitales procedentes de Europa (FEDER) iban a provocar cuando menos un brusco descenso en la actividad económica y anticipar medidas “anti-cíclicas” (hubiese sido el momento de reformas en el mercado laboral, financiero y empresarial, en este último, persiguiendo el fraude fiscal), han sido una de las principales causas de la actual situación.

La actual reforma laboral, las medidas, desde luego a mi juicio mal explicadas, tendentes por un lado a permitir (por tercera vez en 30 años) aflorar rentas no declaradas, como paso previo a su persecución sin fecha de caducidad fiscal, una vez transcurrido el presente ejercicio, son no solo necesarias, sino imprescindibles para de una vez poder competir en igualdad de condiciones con socios para los que tradicionalmente hemos sido meros receptores de fondos con los que poder comprar los bienes y servicios por ellos producidos. Toca ya madurar, dejar atrás las trasnochadas políticas de la subvención y el corporativismo, afrontar la inacabada reforma fiscal sobre todo en el sector empresarial y más aún entre profesionales liberales y autónomos, a fin de aflorar el ingente volumen de rentas que a día de hoy a pesar de estar a la vista aún escapan al control del “fisco”.

Esta es la tarea que con decisión debe acometer el actual gobierno, mucho más fácil y honrado sería dado que es el momento de pensar en España y no tanto en quién la gobierna, contar en el camino con todo el arco parlamentario, reeditando si fuera necesario el gran pacto nacional que en su momento supuso “El Pacto de la Moncloa”.

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