FASCISMO VS. POPULISMO.
“Tan lejos, tan cerca”
¿A dónde vamos, a dónde nos llevan, dónde queremos realmente ir?
I.- ¿A dónde vamos?
Curioseando en la biblioteca de mis
abuelos (maternos) encontré un libro que no esperaba, estuviera, en casa de una
familia de origen burgués y humilde, a la vez. Mi abuela, hija de un
consignatario, que tenía a los curas y la Iglesia más bien en poca estima, era
si cabe más cercano a las tesis de la incipiente república, que al
conservadurismo católico, ya por entonces, rancio y caduco, de la España que
agonizaba en el XIX y dormía la siesta, mientras el XX se desperezaba a nuestro
alrededor.
Cierto es que los acontecimientos
vividos en los años 30 por nuestro país, cambiaron en muchos, si no la forma de
pensar, sí desde luego, la de actuar. Pero la historia familiar no viene al
caso, es sólo el punto de partida para hablar de “Los fundamentos del nuevo
Estado”, obra sin autor definido, que es recopilación de los primeros textos
legales editados durante y después de la Guerra Civil por la “vicesecretaría de
educación popular” (Madrid 1941)
Esto, por sí solo, da ya para una primera
reflexión: La educación en España durante la post-guerra (mientras Europa y el
resto del mundo andaban a vueltas con el nuevo, aunque siempre viejo, “Orden
Mundial”) Es curioso ver como la educación tras la guerra, replica un modelo
militarista, no tanto belicista, pero sí orientado a la preparación permanente
para la guerra. El lema juliano “si vis pacem,para bellum” no ha abandonado la
civilización occidental; civilización nacida en el Mediterráneo de la mano, primero
de Roma y luego, hasta la Revolución Francesa, de los herederos de Roma (la
Iglesia católica, con sus luces y sus sombras)
La educación lo es todo. Desde la
familia, pasando por la escuela, la universidad y de nuevo la familia (que
permanece en su núcleo, pero que resulta ya modificada por el proceso
educativo) una sociedad es aquello que sus educadores o más bien sus
legisladores educativos, quieren que sea.
Y durante la post-guerra, España quiso,
o al menos lo intentó, que los hijos de la guerra recuperaran la ilusión, el
amor y el orgullo, por una Patria que estaba desde hacía siglos sumida en la
apatía, hundida en una miseria espiritual y moral, que cuarenta años antes la
llevó al hundimiento y definitiva desesperación.
Miré
los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía. …/…”
Y
en mi humilde opinión, ahí seguimos, o si no cómo explicar el arraigo del
desprecio por los símbolos de la Patria, el alejamiento de las generaciones,
desde el 98 hasta hoy, del sentir y el vivir el “sentimiento español” como un
valor. Identificamos a España y a sus símbolos, himno, bandera, instituciones y
hasta el propio “estado de derecho” con aquello que ha provocado nuestra
debacle histórica, y no falta parte de razón. El pueblo español, mal que le
pese a TODOS los que le han gobernado
desde los tiempos de la Reconquista, el pueblo español, insisto, es un pueblo
culto, un pueblo con memoria, que trasciende más allá de la verdad oficial, de
la idea impostada, de la moda del gobernante que con sonrisas, con gesto
amable, trata de atraer nuestra mirada a su programa y nos dice: “tú puedes
cambiar esta realidad, tú, con nosotros (con los que no te vamos a engañar, una
vez más – sic.-) PODEMOS.
II.- ¿A dónde hemos llegado?
No
creo que la historia se repita. Por poco que haga, cada generación marca su
impronta y en cierta medida, esto hará variar el curso de la vida, de la
sociedad, en definitiva, de la historia venidera.
Sí es cierto que hay momentos en la
historia de los pueblos, más propensos a los cambios, hay momentos en que los
pueblos se sienten atacados, vilipendiados, llevados al límite y en esos
momentos, los pueblos estallan. Si hay un pueblo que conoce y ha vivido estos
momentos, ese pueblo es España. De hecho, considero que los grandes momentos de
nuestra historia han sido aquellos en que el pueblo ha despertado de su siesta
y con o sin sus reyes, ha salido en defensa de la Patria (Los Comuneros en Castilla,
los madrileños el Dos de Mayo…) esto no quita, que ese mismo pueblo sea el que
pasado el peligro gritase hasta la afonía “¡vivan las ca’enas!” y volviera
nuevamente a su siesta, a ese devenir sinsustancia que persiste, hasta hoy.
Porque es la educación, en todas sus
formas, la que lleva a un pueblo a tomar esta o aquella resolución y como ya he
dicho, el pueblo español es un pueblo culto, pero no parece que sea un pueblo
muy listo. Siempre se ha dejado guiar por aquellos que prometiendo el cielo, le
hacen desfilar primero por el infierno en la tierra. Enriqueciendo a unos pocos
y administrando con escrupulosa pulcritud la miseria entre las masas.
III.- ¿Dónde queremos ir realmente?
Esta es la cuestión del presente siglo.
Si algo ha traído lo que Ortega anticipaba en “La Revolución de las Masas” a
principios del siglo XX, ha sido un cambio radical en la forma de pensar y de
actuar de la generación que está alumbrando el presente. Esa historia, esa
educación, esa permanencia en constante cambio, que generación tras generación,
va marcando sutiles diferencias con la precedente, ha alumbrado ¡por fin! un nuevo
“homo hispanicus” y probablemente, no fuera éste el resultado esperado por las
leyes des-educativas, que desde la transición, han tratado de volver a las
masas a su tradicional “estado de sesteo”. Me refiero a las leyes socialistas
cuyo modelo de sustitución (la religión oficial da paso a la educación
socializante) ha pretendido que el pueblo siguiera en permanente estado de
letargo, pero pronto para la lucha en defensa de sus próceres (sí, esos líderes
decimonónicos que aún hoy perviven) presto a caer en las garras de cualquier
nuevo “ismo”, que a la postre no es más que, con nuevas palabras, una expresión
de las viejas ideas que alienan, al pueblo español, hoy como ayer.
Puede que uno de los efectos no
deseados de la crisis económica que comenzó en 2007 y aún hoy continúa, sea el
principio del cambio de modelo en nuestra sociedad. Ya no hay un Estado de
referencia que calme nuestras necesidades, se ha visto sobrepasado, y esto lo
saben ya, los que aún hoy no han salido a la realidad de la cotidianeidad.
Porque hay algo que los mentores de la crisis no han tenido en cuenta: España
es un pueblo de emprendedores (antes llamados conquistadores, y soldados de los
tercios viejos) un pueblo que se crece en la adversidad y ahora más que nunca,
este pueblo, desperazante, saldrá a la calle y de nuevo, luchará, aunque esta
vez, puede que por fin, al final, no haya un rey por el que luchar, tan solo un
pueblo, una casa, unos hijos, una familia, España, sin más.
Un cambio que ya ha comenzado.
A las puertas del 85 aniversario de la
malhadada II República Española.
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