lunes, 17 de septiembre de 2012

Η εκπαίδευση είναι η βάση της γνώσης και της αλήθειας

La educación es la base del conocimiento y la verdad.

Siempre he considerado que la calidad de un pueblo, de una nación se mide por una serie de parámetros, destaco de entre ellos: El poso de la historia que ése pueblo ha ido acumulando en el devenir del tiempo. Su capacidad para afrontar retos y marcarse metas como nación: “hacerse un hueco” en la historia de las naciones. Y fundamentalmente y del que ahora me quiero ocupar: su masa crítica de personas excelentes.

Qué considero personas excelentes. No es esta una valoración ética o moral de las mismas, no me refiero tampoco a su condición económica. Mucho menos considero personas excelentes en el sentido que aquí quiero comentar, aquellas que por motivos espurios adquieren fama y relevancia en los “mass media”.

Entiendo por excelente a aquella persona, que da de sí todo y en todo momento. Es decir la persona que se entrega, sea en su trabajo, en su vida familiar, en su función social, verdadera y honestamente, aquella que puede servir de ejemplo al resto, que es respetada y valorada no tanto por sus conocimientos como por la forma en que interrelaciona con sus semejantes. En todos los ámbitos de la sociedad ha de haber personas de esta clase, su ejemplo ha de servirnos a todos de acicate, de modelo a imitar. Su proporción y calidad, cual fórmula matemática ha de ser tal que la sociedad en su conjunto se vea fortalecida, no sólo por su presencia, sino más aún por el ejemplo y testimonio de vida y de servicio cuando es menester.

Este tipo de personas rara vez abundan por lo general son más bien escasas, y en una sociedad como la nuestra tienden más a la discreción que alarde.

Vivimos en una sociedad, que entrando en un nuevo siglo arrastra un pasado del que aún vive preso, en el inmediato pretérito, y en concreto en el ámbito educativo, las sucesivas reformas educativas iniciadas en los ochenta han ido acumulando una serie de despropósitos tal que pareciera que el fin último de la educación fuera amansar las conciencias en vez de enaltecer los espíritus. Llegados a este nuevo curso, van ya al menos tres generaciones cuyo declive espiritual es tan notable que en mi humilde opinión es esta falta de ímpetu la causa principal de que aún hoy continuemos cayendo en el pozo de la crisis económica en la que va ya para cuatro años que llevamos inmersos, que las políticas más o menos acertadas que desde los diferentes gobiernos se van sucediendo con más pena que gloria, tratando sin lograrlo levantar ahora a una Nación aletargada, sumida en el derrotismo y paniaguada de sus propias miserias.

Este panorama no trata sin embargo de ser derrotista, más bien de estimular alguna conciencia, sobre todo colectiva, de buscar voces nuevas que sumen, voces de ésas personas excelentes, ejemplares cuyo vivir cotidiano estimule de su letargo a la masa adormecida.

Y hay ejemplos. Hay personas capaces un gran número de ellas, que día a día afrontan con valor y con esfuerzo la búsqueda de un futuro mejor. Sin embargo su masa crítica es aún insuficiente.

Falta en la sociedad española el “espíritu de Castilla” el impulso que lanzó a las puertas del siglo XV a todo un pueblo bajo un objetivo común situar Castilla y por ende a todos los pueblos de “Las Españas” en la primera línea del mundo civilizado. Este espíritu sin embargo, agostado por los siglos se encuentra hoy aletargado, dormido, huérfano de iniciativa.

En este nuevo curso que a lo largo del presente mes, devuelve a las aulas al próximo futuro, le pido desde estas humildes líneas el esfuerzo de regenerar las mentes, fortalecer los espíritus y animar a los jóvenes a encarar su propio devenir con la fortaleza de los excelentes, huyendo de las actitudes serviles y las sumisiones placenteras de la vida fácil.

Una buena educación enaltece el espíritu y forma no sólo personas excelentes, sino también capaces. España necesita hoy de una educación excelente, vivimos aún en lo que Ortega definía como época Kitra (1), sólo una buena educación, capaz de generar espíritus críticos puede sacarnos del ya secular letargo en el que los más abyectos gobernantes de los últimos tiempos han tratado de sumirnos.

Un pueblo culto nunca será un pueblo dócil y subyugado, pero será capaz de emprender en los albores del siglo XXI las empresas más sublimes y alcanzar las metas que no por lejanas merezcan su esfuerzo y sacrificio.



(1) Nota: Épocas Kitra (predominio de la masa) y épocas Kali (predominio de la aristocracia). La Rebelión de las Masas. J. Ortega y Gasset.

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