A lo largo de la última y desgraciada legislatura socialista, estamos asistiendo a una serie de acontecimientos que se pueden enmarcar como los mayores errores en la historia moderna de España, tanto desde el punto de vista político, social y económico.
Los dos principales errores cometidos por el todavía presidente del Gobierno, puestos en boca de sus correligionarios (nada menos que el propio Felipe González) han sido por una parte el fallido estatuto de Cataluña (reforma innecesaria e inútil, y así considerada por un amplio sector de la sociedad catalana). Por otra, la negación, al principio de la presente legislatura de la crisis financiera. Esta negación, ha supuesto un grave perjuicio a nuestra estructura económica y financiera, al verse agravada por una, no por anunciada, menos grave, crisis inmobiliaria, contra la cual no se han tomado a tiempo las medidas adecuadas para su gestión.
En el último tramo de la legislatura, en el “tiempo de descuento” y con motivo de las elecciones municipales de mayo, se empieza a plasmar la, en apariencia, última “hoja de ruta” del terrorismo etarra.
Es evidente que los acontecimientos políticos no surgen en escena casualmente, ni de forma espontánea. En esta ocasión tocaba por parte del Gobierno mover ficha, un movimiento que indudablemente no se hubiera podido dar sin el conocimiento y consentimiento explícito del primer partido de la oposición, y previsiblemente próximo partido en el Gobierno. La izquierda radical vasca tenía que tener cabida en las elecciones locales, era requisito necesario para seguir avanzando en el sangriento y tortuoso camino de la paz. Las víctimas, y en este caso no me refiero sólo a las directamente afectadas por los atentados, sino a toda la sociedad que en su conjunto desean el fin del terror, tenían que hacer el primero de una serie de sacrificios que van a seguir sembrando a partir de ahora el camino de la convivencia pacífica (no exenta a corto plazo de alguna manifestación violenta). Bildu era el primer sacrificio. Ahora, en el segundo acto, con la inestimable y no por ello menos inútil colaboración de un grupo mediador, cuya única misión ha sido ser “teloneros” de la actuación de ETA, ésta ha dado un “pequeño paso para la Paz, pero un gran paso para la convivencia".
Cuál será el próximo movimiento, qué hay escrito en el guión para el tercer acto. Es evidente que la izquierda radical vasca estará presente en las elecciones del 20-N, pero es también necesario un nuevo pronunciamiento por su parte. Es necesario que la herida abierta y sangrante causada por el terror no sólo en las víctimas, sino también en la sociedad comience a cicatrizar, es necesario pedir perdón, no sólo es necesario por las víctimas, lo es también por la sociedad en su conjunto. No hacerlo no sólo sería un acto de inmensa cobardía por parte de la banda, sino la apertura de una brecha mayor entre víctimas y asesinos, un brindis a la permanencia de la violencia y el rencor, principalmente en la sociedad vasca y en el resto de España, que no entendería las concesiones realizadas, sin arrepentimiento y perdón.
Es evidente que aquí no termina la representación, por parte de la izquierda radical hay prisa por seguir un proceso que ellos ven cercano en el horizonte, sin embargo entiendo que el camino a recorrer a partir de ahora requiere de un exquisito cuidado, por parte de la izquierda, demostrar que el abandono de las armas es real, un avance sin retorno posible. Por parte del resto de la sociedad: una inmensa capacidad de diálogo, que se verá puesta a prueba en más de una ocasión…
Esperemos que esta vez, ni las prisas, ni la necesidad de los votos hagan que tanto los que van a perder las elecciones, como los que esperan gobernar en el futuro, les lleven a cometer errores irremediables. Esperar y ver es ahora la estrategia a seguir, no es el Gobierno, sino el entorno de ETA, el que tiene que mover ficha.
Y en todo caso, el epílogo de esta obra, sea cual sea, lo verán nuestros nietos, otro 20-N, si a caso dentro de cuarenta años más.
Los dos principales errores cometidos por el todavía presidente del Gobierno, puestos en boca de sus correligionarios (nada menos que el propio Felipe González) han sido por una parte el fallido estatuto de Cataluña (reforma innecesaria e inútil, y así considerada por un amplio sector de la sociedad catalana). Por otra, la negación, al principio de la presente legislatura de la crisis financiera. Esta negación, ha supuesto un grave perjuicio a nuestra estructura económica y financiera, al verse agravada por una, no por anunciada, menos grave, crisis inmobiliaria, contra la cual no se han tomado a tiempo las medidas adecuadas para su gestión.
En el último tramo de la legislatura, en el “tiempo de descuento” y con motivo de las elecciones municipales de mayo, se empieza a plasmar la, en apariencia, última “hoja de ruta” del terrorismo etarra.
Es evidente que los acontecimientos políticos no surgen en escena casualmente, ni de forma espontánea. En esta ocasión tocaba por parte del Gobierno mover ficha, un movimiento que indudablemente no se hubiera podido dar sin el conocimiento y consentimiento explícito del primer partido de la oposición, y previsiblemente próximo partido en el Gobierno. La izquierda radical vasca tenía que tener cabida en las elecciones locales, era requisito necesario para seguir avanzando en el sangriento y tortuoso camino de la paz. Las víctimas, y en este caso no me refiero sólo a las directamente afectadas por los atentados, sino a toda la sociedad que en su conjunto desean el fin del terror, tenían que hacer el primero de una serie de sacrificios que van a seguir sembrando a partir de ahora el camino de la convivencia pacífica (no exenta a corto plazo de alguna manifestación violenta). Bildu era el primer sacrificio. Ahora, en el segundo acto, con la inestimable y no por ello menos inútil colaboración de un grupo mediador, cuya única misión ha sido ser “teloneros” de la actuación de ETA, ésta ha dado un “pequeño paso para la Paz, pero un gran paso para la convivencia".
Cuál será el próximo movimiento, qué hay escrito en el guión para el tercer acto. Es evidente que la izquierda radical vasca estará presente en las elecciones del 20-N, pero es también necesario un nuevo pronunciamiento por su parte. Es necesario que la herida abierta y sangrante causada por el terror no sólo en las víctimas, sino también en la sociedad comience a cicatrizar, es necesario pedir perdón, no sólo es necesario por las víctimas, lo es también por la sociedad en su conjunto. No hacerlo no sólo sería un acto de inmensa cobardía por parte de la banda, sino la apertura de una brecha mayor entre víctimas y asesinos, un brindis a la permanencia de la violencia y el rencor, principalmente en la sociedad vasca y en el resto de España, que no entendería las concesiones realizadas, sin arrepentimiento y perdón.
Es evidente que aquí no termina la representación, por parte de la izquierda radical hay prisa por seguir un proceso que ellos ven cercano en el horizonte, sin embargo entiendo que el camino a recorrer a partir de ahora requiere de un exquisito cuidado, por parte de la izquierda, demostrar que el abandono de las armas es real, un avance sin retorno posible. Por parte del resto de la sociedad: una inmensa capacidad de diálogo, que se verá puesta a prueba en más de una ocasión…
Esperemos que esta vez, ni las prisas, ni la necesidad de los votos hagan que tanto los que van a perder las elecciones, como los que esperan gobernar en el futuro, les lleven a cometer errores irremediables. Esperar y ver es ahora la estrategia a seguir, no es el Gobierno, sino el entorno de ETA, el que tiene que mover ficha.
Y en todo caso, el epílogo de esta obra, sea cual sea, lo verán nuestros nietos, otro 20-N, si a caso dentro de cuarenta años más.
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