lunes, 7 de noviembre de 2011

ACTORES SECUNDARIOS

Si de algo adolece la política española, desde la segunda mitad del siglo XX, es de líderes, en todos los sentidos, y en todos los ámbitos de la vida pública, sea esta política, social, cultural e incluso espiritual. Aquellos discursos de Ortega, el verbo encendido de los políticos decimonónicos, la luz en la palabra de escritores y dramaturgos, que desde la generación del 98 a la del 27 animaron la vida cultural y espiritual de España, toda esta masa de pensadores, pasó cual rayo; y la inercia del tiempo que se los fue llevando, dejó un vacío que aún hoy resulta difícil de llenar.
No quiero decir que hoy no haya pensadores, escritores, filósofos, políticos, pero quizás el cambio de siglo, el silencio impuesto por la segunda dictadura del siglo XX, el exilio, vaciaron España de “libre-pensadores”.
Hoy veo en muchos campos buenos técnicos, excelentes profesionales y prestigiosos científicos, para mi gusto en escaso número y menor influencia en las mentes de los hombres y mujeres llamados a relanzar España.
Y quizás sea en el ámbito de la “res publicae”, en aquel sobre el que recae el peso del gobierno de los pueblos, donde esta ausencia de líderes se hace más notable. La política española ha pasado de estar en manos de tecnócratas, a estarlo en manos de políticos sin escuela, sin tradición. El año 1975 marca el fin de una etapa, caracterizada por un rápido crecimiento, que en quince años había puesto al país en la línea de salida para su reindustrialización. El motor del turismo, la apertura a nuevos mercados y en definitiva el cambio de régimen preparan a España para la reentrada en Europa y en el mundo moderno.
Sin embargo, la escasa tradición democrática, apenas ensayada a finales del XIX y fracasada estrepitosamente durante la segunda República, provocó que desde el final de la transición, la vida pública se viera vacía de políticos de primera línea.
Hemos asistido desde los años ochenta al surgimiento de una nueva clase de políticos, por una parte, los herederos de las “familias” asentadas en la vida pública que sobrevivieron a la dictadura y a la transición, a todas luces escasos e insuficientes para la nueva tarea que representaba la democracia. Por otra parte nuevos personajes, surgidos al amparo de los partidos políticos, tanto de los nuevos como de los reconvertidos, herederos de aquella República fallida, estos políticos de “nuevo cuño” sin tradición, y con escasos conocimientos de lo que significa “Gobernar”, han accedido a las más altas instituciones y a los más reputados puestos de la Administración. Su falta de conocimientos, cultura política y en no pocos y contrastados casos, total ausencia de ética profesional, son un elemento más que añadir a la actual crisis, no ya la económico-financiera, sino a la pública institucional. Las malas por no decir nefastas consecuencias de decisiones políticas tomadas por nuestros dirigentes “pater conscripti” de baratillo, han acrecentado el efecto devastador de la actual situación que padecemos.
En unas pocas horas asistiremos al debate electoral entre los dos candidatos con opción a gobernar España en los próximos cuatro años, no espero mucho de dicho debate, como otros será más un diálogo de sordos un “sostenella y no enmendalla” de posturas, por una lado irreales, ilusorias, un brindis al sol, por otra parte nuevos planteamientos ilusionantes basados sobre todo en el esfuerzo, la dedicación, un brindis al futuro.
En cuanto a los actores, será un debate de dos buenos “actores secundarios”, igualados en carrera profesional, dedicación y esfuerzo, separados por un abismo ideológico y cultural. Pero en ambos casos no será un duelo de titanes, más bien la pelea de los escuderos, porque su punto más fuerte es a la vez el más débil, comparten el liderazgo con vocación de secundarios.
Esperemos que la próxima generación también en este campo nos dé savia nueva y auténticos líderes, capaces no solo de gobernar, sino también de entusiasmar y animar: líderes capaces de “con-vencer-nos” de que es posible una España unida y mejor.
A los dos: ¡Suerte y al Toro!

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