lunes, 14 de noviembre de 2011

LA PERVERSION DE LA CRISIS DEL EURO: MEJOR INTERVENIDOS, QUE VENDIDOS.

Siguiendo con la exposición iniciada hace unos días sobre la particular crisis que vive el Euro, dentro de la gran crisis mundial, analizaba por qué el crédito no llega a las economías domésticas y empresas: los Bancos, tocados ya por los impagos hipotecarios, prefieren prestar a los Gobiernos nacionales, que en principio, no sólo resultarían más solventes, sino que además estarían avalando los fondos que éstos reciben del B.C.E., con lo cual “doble” garantía, que no por ello mejoraría la calidad del pagador.
Por otra parte, ya en nuestro caso, creo que es hora de decir la verdad: España no puede endeudarse más. ¡Ya está bien! Un país con cinco millones de parados, dependiente del sector terciario (servicios) sin un sector industrial con peso suficiente para reaccionar a los mercados, y con una agricultura totalmente subvencionada, no puede permitirse pagar diariamente cien millones de euros, sólo en intereses de la deuda contraída, y pretender pagar dicha factura con nuevas emisiones de deuda, endeudarse para pagar la deuda es el principio del fin financiero para cualquier economía, sea esta familiar, empresarial o estatal (o autonómica, que es aún peor). Esta espiral nos lleva inexorablemente al rescate. Por qué éste no se ha producido, es algo que no alcanzo a entender, aunque se me ocurren un par de razones desde luego no económicas sino más bien políticas: la precipitada reforma de la Constitución, la dimisión de facto del presidente de gobierno (pospuesta formalmente hasta el 20N), y las ineficaces reformas fiscales y laborales que tan solo han supuesto un pésimo maquillaje de cara a la galería de los mercados, pueden ser algunas de las “razones” más políticas que económicas que hasta ahora han evitado nuestra intervención real, que no de hecho.
Qué nos queda por hacer: tragarnos el orgullo y asumir con dignidad que hasta aquí hemos llegado: Quebrar antes de que nos quiebren. Esto que puede parecer anti-patriótico, mirado fríamente no lo es, y quiero aclarar por qué no lo es: En las quiebras, lo primero que se produce es la liquidación de las deudas: a partir de ese momento, los intereses dejan de correr, la deuda se consolida, se inicia el proceso de negociación con los acreedores y lo más importante: se produce una importante “quita” (no hay que ver más que el caso griego). España ha pasado ya en su historia por varias quiebras, no sería la primera, y es difícil aventurarse a decir que será la última. Sí sería la primera de la “democracia”, y en justicia debería producirse antes de las elecciones, quedando para la historia la “era zapatero” como aquella en la que las cosas mal hechas acaban mal: quien no sabe de economía, no sólo no aprende en dos tardes, sino que si se aconseja mal, o peor aún no pide buen consejo, acaba “vendiendo las joyas de la abuela” para pagarse “las copas del fin de semana”, porque ésta ha sido su política social desde su primera legislatura, y no otra.
España tiene muchas cosas que cambiar, y muy poco tiempo para intentarlo, y hablo ya de la próxima legislatura, porque a la presente tan sólo le queda emitir el “certificado de defunción” del socialismo mal entendido de un partido trasnochado, anclado en el pasado, nostálgico de lo que pudo ser y ya nunca será.
Restaurar la cordura en el gasto público, tanto estatal como autonómico y local. Recuperar la Educación responsable, seria y “excelente”, en todos los sentidos: perder el miedo a buscar que nuestros hijos sean los mejores, porque sólo así todos tendrán auténticas oportunidades. Gestionar responsablemente la Sanidad: unificando programas, recursos e infraestructuras, sin parcelaciones subsidiarias en 17 autonomías. Potenciar y permitir que la industria productiva tenga los medios y cauces adecuados para su desarrollo, pasando de ser un país “consumista” a “productor”, y relajar la excesiva dependencia del turismo como motor de la economía. Adecuar las políticas fiscales a la generación de bienes y rentas, persiguiendo el fraude fiscal de tal forma que la pena por su comisión sea razón disuasoria suficiente. Exigir a todos los sectores productivos, pero sobre todo a: empresas, autónomos y profesionales liberales: cuentas claras, es decir una contabilidad real y exhaustiva, que elimine las bolsas de “fraude fiscal consentido”. Reducir hasta el mínimo indispensable la Administración pública, eliminando innecesarias redundancias administrativas (burocracia) y potenciando en su caso la inspección en aras a la transparencia y calidad en la gestión de los recursos de la Administración. Por último, aceptar con valor que la Justicia ha de tener independencia en todos sus niveles y órganos, y muy especialmente en su financiación, desligando ésta de los Presupuestos Generales del Estado, único modo de que su función se perciba limpia e independiente de los “gobiernos de turno”.
Pero todo esto, ambicioso que no inalcanzable, pasa por un gobierno libre de las ataduras de la deuda: quebrar ahora, partir de cero y recuperar la credibilidad exterior, hacer un ejercicio de humildad sin perder la dignidad, es lo único que nos queda por hacer, antes de que “los mercados” desde fuera nos lo impongan, no sólo en lo económico, sino también en lo político. Mejor por tanto intervenidos fiscalmente, que vendidos a trocitos al mejor postor.
“Alea jacta est.”

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