jueves, 1 de diciembre de 2011

LA PERVERSIÓN DE LA CRISIS DEL EURO: ¿QUIÉN GANA CUANDO TODOS PIERDEN?

Tras el paréntesis de la campaña electoral, y mis cortas pero merecidas vacaciones, vuelvo a retomar el tema del Euro y por ende de la reconstrucción de Europa. Parece que en estos días nada haya sucedido. Nada fuera de los habituales ataques al Euro, a los países periféricos y en general, y aunque no lo parezca, a las economías occidentales.
Sin embargo el escenario está cambiando. Ayer de forma coordinada, los principales Bancos Centrales de occidente volvieron a inyectar liquidez al sistema financiero. El día anterior una de las miopes agencias de calificación, S&P, tras una revisión interna de sus criterios de valoración había rebajado la “nota” a los principales bancos de cabecera mundial, entre ellos al español BBVA. Hoy el comisario de Asuntos económicos de la Euro zona Olli Rehn advierte de la crítica situación del euro: “diez días para salvar al euro”, en referencia a la próxima cumbre europea, a celebrar el próximo nueve de diciembre.
Sin embargo ante este panorama, y contra todo pronóstico, las bolsas suben, la presión sobre la “prima de riesgo” de los países periféricos, sobre todo España, cae sustancialmente, la subasta de deuda realizada en el día de hoy por el Tesoro Público, se coloca a tipos cercanos al 6% (ligeramente inferior a la última realizada). ¿A qué obedecen todos estos movimientos? ¿Quién gana y quién pierde en esta “crisis del euro”? Porque ya no hablamos de la crisis global internacional; ya no hablamos de los problemas de EE UU con un déficit público considerablemente mayor que el de la U.E., los mercados, esos “operadores financieros” que se ocultan tras las pantallas de sus ordenadores, esos especuladores financieros que en otro momento nos llevaron a la actual situación han encontrado un nuevo filón, una nueva forma de “hacer dinero”.
Tras la inicial crisis inmobiliaria, todo el sistema quedó si no quebrado, sí seriamente afectado por los impagos inmobiliarios y la pérdida de valor de los productos financieros diseñados por esos “mercados” para crear dinero, que no riqueza. Esta quiebra técnica de los mercados, tan sólo salvada por el respaldo financiero del los Bancos Centrales del sistema, debilitó seriamente a los gobiernos de las principales economías occidentales, forzadas a emitir ingentes cantidades de deuda pública, para por una parte inyectar en las entidades financieras, y por otra, dotar de ayudas sociales (en las economías occidentales sobre todo) al ingente número de desempleados, resultado del efecto dominó que la falta de liquidez ha traído al sistema financiero mundial.
¿Pero entonces, cuál es la situación real actual? Las economías occidentales, aunque tocadas, no han quebrado. Los niveles de deuda y déficit de la U. E. y EE.UU., pese a estar en niveles máximos, son aún soportables. El resto de las economías productoras ligadas a Occidente, siguen creciendo a un nivel aceptable, pese a los síntomas de estancamiento en las dos grandes economías citadas. ¿Quién gana? indudablemente los nuevos mercados emergentes: China, Rusia, India (orientada más hacia el sureste asiático que hacia Europa), Brasil, etc. Éstos son en apariencia los países que están tirando de los mercados internacionales, pasando de ser meros proveedores de materias primas y productos industriales a liderar las inversiones en los mercados. Los ataques a las monedas de referencia: dólar y euro, buscan afianzar los riesgos contraídos en dichas monedas, al tiempo que influir indirectamente (desde fuera de las instituciones que controlan respectivamente a una y otra monedas), tanto en sus políticas como en sus rentabilidades.
A esto hay que unir la debilidad intrínseca al euro: una moneda sin control monetario. El euro, nacido para una situación económica estable, se dota de muy escasos mecanismos de control: el B.C.E. tiene unas funciones limitadas, apenas diferentes a las del “Bundesbank”. Europa no se ha dotado de una autoridad monetaria fuerte, con políticas fiscales globales, sus estructuras no han avanzado lo suficiente en cohesión y soberanía frente a los gobiernos nacionales: de ahí su debilidad y los constantes ataques a los países miembros, hasta lograr unos tipos de interés sumamente rentables que sí o sí acabarán estando respaldados por el B.C.E.
Al final ganan los “mercados” y en nuestro caso, pierden los países soberanos, que por su estrechez de miras no han sabido reaccionar a tiempo aunado voluntades y renunciado a absurdas soberanías, que a la postre traerán si no la desaparición de la U.E. sí una Unión gobernada y controlada desde esos mercados, frente a los cuales nuestra división hará quebrar nuestras voluntades.
De los problemas de EE.UU., hablaré en otra ocasión.

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